lunes, 22 de marzo de 2010

¡Conductas "fashion"!

Hoy, como cada día, abrí el armario para elegir la ropa y cual fue mi sopresa al darme cuenta que la ropa me eligió a mi. Generalmente solemos estar delante del armario el tiempo suficiente como para hacer un barrido por toda la ropa (la versión femenina es: tooooooooda la ropa, jaja) y elegir en función del día que tengamos por delante. Últimamente no es mi caso. Tengo la extraña sensación de que es la ropa la que me elige a mi, y siempre me elige el mismo vestido: bonito, amable, agradable, sonriente, con un patrón a lo "Teresa de Calcuta" y un corte altruista que ni los mejores diseñadores de la alta costura. Tiene una caída que ni los trajes de Vitorio y Lucchino...¡qué elegancia! ¡qué porte! ¡qué bien le queda a todo el mundo que se lo prueba! ¡Deberían guardar como oro en paño sus patrones! (véase en la imagen lo bien que me sienta, ¡como para no ponérmelo si todo son beneficios!)...
...lo que en la tienda no me contaron es que los hilos de ese traje, terminan encogiendo y haciendo daño como si de un corsé se tratase. Es un traje que se presta a ser útil para todo aquel que lo necesite, pero lo que no me contaron al comprarlo es que termina desgastando las costuras del corazón y en los pliegues más ocultos de la tela se esconden las bastillas de la tristeza.

... Todos tenemos un armario de conductas. Ni todas son tan buenas, ni todas son tan malas. Simplemente, cada una sirve para algo. Y lo normal es elegir la que creemos adecuada para cada momento. El problema viene cuando la conducta nos elige a nosotros. Y son tan escurridizas que eligen los momentos menos adecuados. Lo más gracioso es que, como buenos animales de costumbre que somos, nos miramos al espejo y lo que al principio parecía incómodo, resulta que hasta nos vemos guapinos. ¿Y qué hacemos? Cada día al abrir el armario, por inercia, dejamos que sea esa chaqueta que no sirve para nada, esa conducta que sabemos que nos perjudica, la que decida por nosotros. Hay trajes de todo tipo, oiga! Los tenemos baratitos y de calidad (nótese el cambio de mi entonación al argentino, ché! como en el anuncio de Coca-Cola, ¿os acordáis?): los de fino hilo invisible para los tímidos, el negro para los callados, la XXL para los egocéntricos, el de princesita para las soñadoras, el de Patito Feo para los inseguros, el de Superman para los polifacéticos, el de Chiquito de la Calzada para los graciosos, el de Peter Pan para los inmaduros, el de Conde Drácula para los egoístas, el de Zorro para los chulitos, el de Muralla China para los que se protegen, el de espejos para los narcisistas, el de Hércules para los que aparentan ser fuertes, el de policía para lo que se mueven por reconocimiento, el de Cleeneex para los que se dejan utilizar, el látigo castigador para los masocas que "todo le sale mal", la toga de abogado para los eternos justicieros, el de Heidi para los que viven en los mundos de Yuppie, el de Señorita Rotenmeyer para los que siempre guardan las formas, el de Hermanita de la Caridad para los que ayudan a los demás a costa de sí mismos, el de extraterrestre para los que se califican como raritos, el pack Barbie+Ken para los que no ven más allá de la superficie, el transparente para los kamikazes... ¡Hallá cada uno con su armario! Lo curioso es que todos y cada de estos trajes nos sirven para algo. Lo peligroso es cuando se vuelven habituales y se adhieren de manera tan pegajosa, que permitimos que formen parte de nuestro "modelito diario".
A veces me pone triste pensar que cada uno de nosotros nos mostramos con un traje de una talla menos para cada situación. Una careta. UN LIMITANTE. Esa conducta aprendida que en algún momento nos ha dado algún beneficio y, a su vez, le hemos dado un uso poco util. Me entristece, a la vez que me parece curioso, ver cómo nos relacionamos cada día de "limitante" a "limitante", sin mostrarnos verdaderamente porque "me merece la pena", "así no me hacen daño", "me da pereza cambiar", "así estoy agusto", "¡¿y para qué?!", "¡tú qué sabrás!" o "ya tengo una edad que...". Me asombra darme cuenta en mí misma y en el entorno, cómo hemos aprendido algo desde hace tiempo y "como siempre se ha hecho así", "yo es que soy así" o "a mí me lo enseñaron así", no lo cuestionamos y seguimos actuando de la misma manera. Siguiendo con la metáfora de la ropa, me gusta pensar que esto es exactamente lo mismo que pasa con el "baby" que nos ponían de pequeños. Durante unos años fue muy útil, ya que evitó que nos mancháramos... ¡y hasta nos hacía graciosos! Tenía una función bien definida. Ahora párate a pensar un segundo y visualízate con la edad que tienes, llevando puesto ese "baby". Ridículo, ¿eh? Pues igual de ridículo es repetir los mismos patrones de comportamiento que no nos favorecen.
Del mismo modo que para una fiesta no nos ponemos chandal, y para hacer deporte no llevamos un vestido...

...¿Tiene sentido que llevemos ese "traje/conducta" en determinadas situaciones?


¿Y tú, eliges o te eligen cada mañana? ;)