martes, 29 de junio de 2010

Salir del círculo.


¿Para qué?... ¿Por qué? Quizá lo que haya que hacer es ampliar el área de la circunferencia. Está bien sentirse seguro. De hecho, es una necesidad fundamental a cubrir. ¿Qué hay de malo en tener un círculo o zona de seguridad?

Sin embargo, a veces dibujamos el circulo lo suficientemente pequeño como para ahogarnos y padecer claustrofobia.  Está claro que uno se maneja como pez en el agua cuando, con zapatos cómodos, anda por un camino que recorre todos los días. Rutina, que la llaman. Sin embargo, la consecución de estas rutinas a lo largo de los días instauran hábitos. Y aquí… “Houston, tenemos un problema”. Somos animales de costumbres y fácilmente predecibles desde que el primer homínido pobló la tierra. Y así seguimos. Y así seguiremos. Ley de vida. Ya que esto es algo inevitable (a la par que necesario), tenemos dos opciones: o resignarnos al tedio de vivir siempre lo mismo a pesar de que en muchas ocasiones vaya en detrimento de nuestros valores o sueños… o cambiar el momento. ¿Qué prefieres?

Espera. Antes de responder, ya sé la respuesta de unos cuantos. Absténganse, pues, a hacerlo masoquistas, miedosos, inseguros, perezosos, pesimistas… Oh, espera. En algún momento de nuestra vida, ¿Queda alguien fuera de la clasificación? Vaya… al final va a ser algo natural esto del miedo. Bien… somos humanos. ¡Y a Dios gracias! Si aún no te ha quedado claro, pellízcate la cara con fuerza. ¿Duele, eh?  Enhorabuena: Tú también estás vivo, y como tal, a veces tienes miedo. No temas… Es una emoción, y por tanto, algo INNATO Y NATURAL. ¿Por qué alardeamos la felicidad y enterramos el miedo? Qué tragedia, por favor… Si en el fondo la felicidad está sobreestimada. Y encima no hacemos que sea un estado permanente y obligatorio, sino una utopía... una quimera. Sin embargo me queda la duda… ¿Y el miedo por qué lo hacemos algo permanente y casi obligatorio? Fíjate que hasta creo que esa actitud forma parte de ese círculo de confort. ¡Que incongruencia! Nos da seguridad sentir miedo. Nos hace sentir vivos. Nos JUSTIFICA a la hora de tomar las riendas de nuestra vida. Ajám… parece ser lo socialmente aceptado, ya que es el patrón de conducta más común. Conozco a pocas personas que hayan tenido el valor de coger el timón y poner el rumbo ellos solitos. A éstos, se les tacha de “locos”… porque hacen lo que sienten.  Y se atreven.  Y lo hacen. Y se caen. Y se levantan. Y vuelven a volar. ¡¡¡¡Faltaría más!!!

A veces... las cosas son más sencillas. Todos pasamos situaciones en la vida que hacen que construyamos muros y nos cerremos solo a lo habitual, a lo que fácilmente manejamos o controlamos. De este modo, vamos construyendo una zona de seguridad que delimita nuestras acciones.  Y, en parte, está bien que sea así. Gracias a ello identificamos lo que nos limita, delimita y lo que no. ¿A tí qué te da miedo?

Creo que las palabras están sobrevaloradas. Y alrededor del miedo se ha generado una cultura que se torna pegajosa ante cualquier acción. Tenemos miedo de todo y a todo. Bien... como decía antes, es una señal de que estamos vivos. ¿Pero vivimos… o "nos vive" el miedo? Muchas veces es necesario sentir miedo, de este modo, no caminamos en modo -kamicaze- y evitamos algún que otro golpe evidente. Sin embargo, creo que estamos acostumbrados, por hábito, a tener al miedo delante de nosotros, a modo de señalización fluorescente, para que nos recuerde a cada decisión y a cada paso que “tenemos miedo a…” (complétese la frase con el miedo de cada uno).

Me gusta pensar que es útil llevar al miedo como compañero de viaje. Pero del mismo modo que el resto de las emociones. A mi lado. Identificado. Útil. Valioso. Yo le selecciono a él.  Y decido cuándo hacer pequeñas incursiones fuera del círculo.
No lo quiero detrás,
para que no me empuje fuera del círculo de seguridad a hacer cosas que no quiero hacer… ni delante para que no me deje salir del círculo y me impida ir detrás de mis objetivos. A mi ladito. Que dicen que al enemigo…cerca ;)

Haz todos los días algo que te de miedo.

¿Qué es lo peor que puede pasar? :)

domingo, 27 de junio de 2010

Dos universos... diferentes.


"No está mal. Dos mundos. Diferentes. Puntos de contacto... Cierra el documento y apaga el ordenador. Y, sin más, sin un motivo en especial, de repente siente que algo le crece dentro. Una nueva curiosidad. Una vaga excitación. La idea de sumergirse en otro universo. Una escapatoria a un pensamiento que hace tiempo le ronda por la cabeza. Y, al cabo de tanto tiempo, la muchacha sonríe.
Buenos días, mundo. Niki se despereza. ¿Me haces un regalo hoy? Me gustaría levantarme de la cama y encontrarme una rosa. Roja no. Blanca. Pura. Para escribir en ella como si fuese una página nueva. Una rosa dejada por alguien que piensa en mí y a quien todavía no conozco. Lo sé. Un contrasentido. Pero me hace sonreír. [...] Después, a última hora, arrancaría uno a uno los pétalos y, con un rotulador azul, escribiría letra a letra, una sola en cada pétalo, la frase de aquella canción tan bonita: "Entre los obstáculos del corazón hay un principio de alegría que me gustaría merecer...", y después tiraría los pétalos por la ventana. El viento se los llevaría. Podía ser que alguien los encontrase. Que volviese a ponerlas en orden. Que leyese la frase. Y que me viniese a buscar. Él quizá. Ya. Pero ¿quién es él?"

Federico Moccia.

martes, 22 de junio de 2010

Ser como río que fluye...


… Dejarse impregnar por la frescura del agua entre los dedos… y sentirla en el mismo momento que pasa. Y saber que está en constante movimiento, y pasa… y forma parte del torrente de la vida. Decía Heráclito que “nadie se baña dos veces en el mismo rio”. Y tiene razón. De hecho, si alguien se baña dos veces, es seguro que la persona no es la misma que se bañó la anterior vez. A veces la vida me recuerda a un río. Pasa, y no espera a nadie. O nadas en contra de la dirección de la corriente, o te diriges con el mismo rumbo que el resto de peces. Tanto una como otra, tiene su consecuencia.

Pero como en todo, siempre hay más opciones. Hace un tiempo que he decidido no bañarme en el río. Me he sentado en la piedra más cercana a la orilla dejando que se filtre el agua entre las yemas de mis dedos. Y observo la corriente pasar. ¡La cantidad de situaciones que puedo ver desde este punto de vista! Es una sensación tan placentera que me gustaría estar siempre así, sintiendo ese frescor en continuo movimiento… que fluye. Sin embargo, la vida se escapa como agua entre los dedos. El momento se diluye y se hace difícil almacenarlo entre las manos. Y pongo en duda si quisiera encerrarlos entre mis dedos, pues el agua cristalina y fresca, pasaría a ser agua estancada. Y todos sabemos lo que ocurre cuando paramos el fluir natural de las cosas. Entonces, siento una especie de nostalgia y echo de menos tener el impulso de tirarme de cabeza y disfrutar de ese fluir en primera persona, como el resto de los navegantes. No sé si me apetece mojarme. Podría resfriarme. Podría darme con una piedra porque no sé tirarme de cabeza. Nunca aprendí y ahora me da miedo. O podría tirarme en el momento menos adecuado, e interponerme en el curso natural del trayecto de alguien. Y los que me conocéis, sabéis que no sé nadar muy bien. Y podría ahogarme, y... y... Vaya… ¡esto no es propio de mi! :)

¿Cuándo es momento de ir tras el agua? O… ¿Realmente es necesario ir tras el agua? A veces los momentos se escapan para ser perseguidos y dar movimiento a tu vida. Para dar un sentido y un para qué. Otras, pasan delante de tus ojos como un regalo que desfila, con el fin de enseñarte algo, sin necesidad de perseguir el aprendizaje.

Siempre nos quedará coger el timón de nuestro barquito. Con remos, por favor. Me gusta pensar que el barquito son esos pensamientos más racionales… los convencionales que van a favor del torrente. Lo socialmente esperable, esperado o aceptado. ¿Qué haríamos pues sin remos, que nos apoyaran a canalizar la parte emocional que nos caracteriza, la que mueve la dirección de nuestro barquito? Los remos, pueden ser más largos, más cortos y ser del material que cada uno haya decido construir a lo largo de los años. Con ellos, vamos a poder darle un rumbo a nuestro barquito. Habrá piedras. Unas más grandes que otras. Y probablemente, se interpongan en nuestro camino. La habilidad para sortear obstáculos estará en el manejo de los remos. Por ello, en este caso, no por tener remos más grandes vamos a ser mejor navegantes. La longitud y grosor están en la capacidad de toma de conciencia del que las maneja. De este modo, sabrá cómo moverla o adaptarla a cada piedra, a cada corriente inesperada o a cualquier tormenta que cambie el rumbo.

Y estará bien perderse. A veces no somos consientes de que en muchas piedras, están los descubrimientos. Esos cambios de dirección inesperados nos pueden llevar a afluentes más cristalinos, que a pesar de percibirlos como oscuros, en el fondo… reflejan estrellas. Y un día, de repente, hay luna llena que ofrece un brillo especial entre la oscuridad de la noche. Y con suerte, se hace la calma y te asomas al río. Y ahí estás tú. Mi navegante preferida.

… y un buen día, HOY, decidí construirme un “barquito chiquitito” y ponerle velas en forma de alas. Y desde aquí, mojar mis pies, a mi ritmo. Igual lo conveniente es meterse en el agua de manera progresiva, y con paciencia, bañarse. Y ahora hago uso de los preciosos remos que elaboré de manera constante y sacrificada que han permanecido a mi lado para salvar los temporales. Y, aunque pasé años a la deriva, todas esas corrientes que alteraron el rumbo que creía que era el más acertado, me llevaron hasta donde me encuentro ahora. Y aunque hoy parece que está oscuro, he aprendido que todo aparece para algo. Así que me puse a contar las estrellas que se reflejaban en mi noche y a jugar al tres en raya en el agua… aunque siempre quedo en tablas con tu recuerdo. Sin embargo, cada noche, juego a colocar estrellas y mi oscuridad se hace más bonita. A veces, hasta intento atrapar esas estrellas que, fugaces, atraviesan mi cielo. Y así guardarlas en mi cajita de deseos. Poco a poco, conseguiré que mi Universo tome forma. La que YO decida. Y entonces, le pondré una Estrella Polar que marque el norte. Salpicaré de vez en cuando el cielo de estrellas fugaces para cerrar fuertemente los ojos y pedirte. Y una luna llena que me provea de luz esas noches en que me tumbo en mi barquito y dejo que el vaivén del agua meza los rasguños del día y calle el ruido.

“Si no ves más allá del horizonte, estaremos perdidos.”

Vivir la vida y aceptar el reto.
Porque cada día es un comienzo nuevo.
Porque esta es la hora y el mejor momento.

lunes, 21 de junio de 2010

Como agua para chocolate

"Mi abuela tenía una teoría muy interesante: decía que todos nacemos con una caja de fósforos adentro, pero que no podemos encenderlos solos... necesitamos la ayuda del oxígeno y una vela. En este caso el oxígeno, por ejemplo, vendría del aliento de la persona que amamos; la vela podría ser cualquier tipo de comida, música, caricia, palabra o sonido que engendre la explosión que encenderá uno de los fósforos. Por un momento, nos deslumbra una emoción intensa. Una tibieza placentera crece dentro de nosotros, desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, hasta que llega una nueva explosión a revivirla. Cada persona tiene que descubrir qué disparará esas explosiones para poder vivir, puesto que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es lo que nutre al alma. Ese fuego, en resumen, es su alimento. Si uno no averigua a tiempo qué cosa inicia esas explosiones, la caja de fósforos se humedece y ni uno solo de los fósforos se encenderá nunca." 
 

jueves, 3 de junio de 2010


- ¿Has conocido a muchas?


- Bueno, no sé… tampoco es que anden diciendo por ahí “Soy un hada, soy un hada”

- ¿Por qué no? ¿Tiene algo de malo?

- No, muchas chicas son hadas, pero no saben que lo son. La verdad es que todas pasan mucho tiempo sin saberlo. ¡Es que es un trabajo tremendo! Y cuando terminan se olvidan de todo, quedan amnésicas. Entonces para que empiecen otro hay que ayudarles. Hay que hacerles preguntas. Cosas como las que te preguntan todo el tiempo en el cole. A eso se llama educar a las hadas.

- ¿Educar a las hadas?

- Sí, claro, cuanto más aprendan mejor. Así recuerdan lo que tienen que hacer…

- ¡Bueno, déjalo! No te enrolles. ¿Sigue valiendo lo de rodear a un árbol para entrar en contacto con ellas?

- Sí, claro, eso es fundamental

- ¿Pero como se las reconoce?

- Por las cicatrices

- ¿Qué cicatrices?

- ¡Las de la cara! Tienen que pensar mucho para salir de la amnesia. Concentrarse. Y para eso se rascan las mejillas tanto, tanto, que se hacen heridas...