lunes, 19 de julio de 2010

... y soplar sobre las heridas.

Hoy, reflexionaba sobre las heridas. En concreto, sobre esas zancadillas del corazón a la vida. Y es que, queramos o no, forman parte de este camino. 

Todos tenemos heridas en lugares recónditos, como si de un mapa se tratase. Heridas superficiales, profundas, simples, infectadas, contusas, punzantes, cortantes, recién curadas...

... pueden tener muchas formas, lugares y causas. Lo que no difiere mucho unas de otras es el modo de sanarlas. Nos enseñaron a echar mercromina y retirarla con algodón, para terminar poniendo una tirita. ¿Cuánto de funcional tiene esto? Será desconocimiento o falta de habilidad, pero a mi siempre se me quedaba algodón dentro de la herida y dificultaba la cicatrización. Además, poniéndole una tirita hacía un flaco favor a la herida.

Cualquier herida necesita ser limpiada y desinfectada con agua oxigenada, aire y tiempo. Y tiempo. ¡Y más tiempo! Todos necesitamos limpiar nuestras heridas antes de cicatrizarlas. Y estará bien pensar el motivo de la herida, qué nos hizo caer, cómo nos afectó, qué consecuencias tuvo y qué voy a hacer para sanarla. Sin ello, el proceso de cicatrización se torna complicado o, como poco, incompleto. Y soplar. Y dejarse soplar. ¿Por qué creeis sino que desde siempre se dice eso de "soplar las heridas"? ¡Porque sanan con más facilidad! Ese gesto mágico no solo sirve para pedir deseos. También consuela. Cura. 

... y dejar que el tiempo se pose sobre ellas con su magnífico poder de cicatrización. 

Desconozco cuál será la composición del tiempo, sin embargo he comprobado que tras su paso, las heridas duelen menos. Nunca me gustaron los potingues que atiborraban a las heridas con tal de acelerar su cura. Ahora entiendo por qué. Todo tiene su proceso, y hacer de catalizador no es otra cosa que romper el curso natural de las cosas. Es cuestión de lavarla y dejarla al aire. Eso sí, poniendo especial cuidado en no exponerla en exceso, huyendo de parches o tiritas que, a la larga, solo consiguen evitar que salga la infección y la cura se haga indefinida.

Llegará el día en que salga una cicatriz. Y no por ello, hay que des-cuidar(se). Es probable que por un descuido se levante al rozarla con algún objeto. ¿No os ha pasado alguna vez cuando os hacéis una herida, que parece que todos los golpes van al mismo lugar? Del mismo modo, las heridas emocionales también se "despegan" al revivir algún momento que nos recuerde la causa de la herida. En concreto, este tipo de heridas parecen que tuvieran un proceso "evolutivo" diferente al nuestro. En lugar de tener olvidos como nos pasa con la cotidianeidad a medida que envejecemos, mejor se recuerdan cuanto mayor somos. En fin... Las heridas que no termina de curarse, duelen. Incluso, pueden despegarse y sangrar de nuevo. Es algo inevitable...

... pero cuando finalice el proceso, esas cicatrices, como un mapa, nos recordarán los caminos que hemos recorrido y los tropiezos que hemos salvado. La experiencia será el indicativo de nuestro propio umbral del dolor. Y cada vez éste será más alto... porque saldremos fortalecidos, y nos enfrentaremos los rasguños de otro modo. O eso quiero creer :)

Y eso somos. Aquí estamos. Con nuestras heridas de guerra, algunas más profundas que otras. Algunas más emocionales que físicas. Algunas más heridas que otras.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente fantástico

Anónimo dijo...

Ya sabe que lo mejor para aliviar el dolor de las heridas es soplar sobre ellas;)1beso.

(...)Soplar hace que todo sea mejor; me gusta pensar que hay algo mágico en soplar. La gente solo sopla para pedir deseos en los cumpleaños, por que piensan que los cumpleaños tienen poder, pero lo que no saben es que el poder lo tiene el soplo. Las madres soplaban las heridas de sus hijos que se habían caído de la bici, de rasguños que se curaban con soplidos y un poco de agua oxigenada. Este es el súper poder del soplo”Albert Espinosa.

KATREyuk dijo...

Maravilloso texto...
"Tiempo"
Soplemos!